En mi casa nunca hubo mantequilla. Así de primeras parece una afirmación muy fuerte, pero así lo recuerdo. La suplantaba una tarrina de margarina con una mazorca de maíz dibujada; nada bueno se podía esperar de ella. Mi relación con la mantequilla se limitaba a esos paquetitos monodosis que te dan en los hoteles. Siendo así, la verdad es que nunca le di mucha bola. No me gustaban mucho las tostadas, y ahora se por qué.
Para compensar todos estos años sin catar ese manjar de los dioses, desde que empecé a estudiar cocina uso para todo la manteca (así la llaman en este lado del mundo, sin diminutivos ni historias). Estos croissants son el mejor ejemplo de ello. Escandalosamente mantecosos y hojaldrados, son sinónimo de felicidad (sobre todo si se untan en leche y se deshacen en capas).
Como veis tengo más ganas de hablar de la manteca y de los croissants que de la película en que está basada. Y es que, después de tanto escuchar a algunas amigas ponerla por las nubes, cuando tenía unos dieciséis años me aventuré a verla. Y no me pareció para tanto; no como para empapelar cada tienda "de diseño" con la cara de Audrey Hepburn. Al menos esa es mi humilde opinión. El cinéfilo que está leyendo esto tal vez me esté odiando en este momento, pero creo que Blake Edwards hizo cosas mucho mejores que esa, la Pantera Rosa da fe de ello.
Pero si a pesar de todo tenéis ganas de ir a desayunar croissants mirando el escaparate de Tiffany's, aquí va la receta para que os tiréis a desayunar en el sofá, con legañas de domingo por la mañana (qué poco tiene que ver el cine con la realidad...).
- 500gr de harina
- 320gr de manteca
- 145gr de leche
- 145gr de agua
- 60 gr de azúcar
- 8gr de levadura seca
- 8gr de sal
- 1 huevo
Para comenzar, se mezcla la levadura, el agua y 145gr de harina y de deja que fermente hasta que doble su volumen. Luego, se añade la leche, el azúcar, la sal y 40 gramos de manteca. Hay que amasar hasta que todo quede bien integrado. Cuando la masa es homogénea, se envuelve en film y se guarda en la heladera.
Con un rodillo, se estira la masa que se preparó al principio en forma de cuadrado y se coloca la manteca en forma de rombo, es decir, que las esquinas no coincidan con las del cuadrado de masa. Se encierra la manteca con la masa y se sella bien con el rodillo.
A continuación, se estira a lo largo, hasta conseguir una longitud
aproximada de 60cm. Luego se doblan los bordes hacia dentro, llevándolos hasta
la parte central. A continuación se vuelve a doblar la masa, cerrándose como si
fuera un libro. Se sella apenas con el rodillo, se envuelve en film y se lleva
al congelador. Es fundamental trabajar con la masa bien fría, porque si no se
derretirá y será inmanejable. Esta operación se debe repetir al menos tres
veces, cambiando la dirección del estirado cada vez, es decir, si la primera se
estiró a lo alto, a la siguiente se estira a lo ancho.
Cuando se han terminado las vueltas, se estira por última vez, pero
hasta llegar a 90cm. Se cortan triángulos y se enrollan sobre si mismos,
comenzando por la parte ancha. Para terminar, se pintan con huevo batido con un
chorrito de agua, y se dejan levar alrededor de 2 horas, hasta que doblen su
volumen. Se hornean a 200º durante 15-20 minutos, hasta que estén bien dorados.
Se supone que hay que esperar hasta que estén fríos para hincarles el diente, pero ¿de verdad te puedes resistir? Bon appétit!